Allanamientos
San Francisco (CA), Estados Unidos
El detective Marc Bolodnikov entró en la casa temiéndose lo peor. No había tenido ni que echar la puerta abajo. Se había encontrado un cuadro digno de una película de terror cuando llegó al lugar. Algunas ventanas no tenían cristales; habían reventado y los pedazos rotos tapizaban la acera. La puerta estaba abierta, y la cerradura había desaparecido por completo, reemplazada por un agujero de bordes irregulares.
Ante él, tendido en el suelo se hallaba un hombre asesinado. La imagen no era agradable y le provocó una arcada que a duras penas logró reprimir. Forzándose a apartar la vista de las moscas que zumbaban alrededor del cadáver, inspeccionó la habitación imponiendo un pragmatismo profesional a sus pensamientos. “Decoración básica, analizó, muebles sencillos”. Si no fuera por las fotos y el polvo que estas tenían, pensaría que no llevaba mucho tiempo ahí. Luego venían las cuestiones generales: una foto del muerto con un grupo de hombres vestidos con trajes de neopreno y rodeados de botellas y chalecos: era buceador; otra del muerto con dos ancianos sonrientes: eran sus padres y probablemente fuera hijo único. El resto eran deducciones: el hombre se había independizado de sus padres hacía un tiempo pero como era hijo único pasaba tiempo cuidando a sus padres que, a juzgar por la foto, parecían bastante mayores. A Marc no se le escapó la artrosis en las manos de la madre y el perfil de una silla de ruedas que se adivinaba en la que estaba sentado el padre. Si estos dependían tanto de su hijo, éste debía dedicarles mucho tiempo y pasar poco en casa, cosa que corroboraban el polvo y el aspecto de piso de veraneo que ofrecía la casa. Marc se preguntó cual podía ser su empleo, no encontraba pista alguna. Se le ocurrió que a lo mejor no tenía tiempo para ello. Escasez de dinero, entonces. Como se ganaba la vida aquél hombre? Aún buscando respuestas, se adentró en el salón.
De repente, sin que pudiera reaccionar, alguien surgió a sus espaldas y se abalanzó sobre él. Mark perdió el equilibrio en el acto y cayó al suelo cuan largo era. Su agresor no le dejó un segundo de respiro. El detective sintió como una rodilla le aplastaba la nuca y como lo registraban con eficacia. En la caída, lo habían desarmado completamente, dejándolo indefenso. El detective, por su cuenta, echó mano de su gran experiencia para analizar la situación. “Es rápido, pensó, y eficaz. Debe de tener formación militar, de las fuerzas de élite. Corpulento pero ágil, no tendrá más de 35 años.” Le había parecido ver por el rabillo del ojo una bota negra. “Pies normales, pensó, un 42 o 43 por lo que medirá entre 1m70 y 1m80.” Estas deducciones las hizo en pocos segundos, pero a pesar de todo seguía siendo demasiado poco, muy general.
“No te muevas” ordenó una voz fría y cortante con el tono de la gente acostumbrada a que le obedezcan y que no admite réplica. Marc no tenía nada que hacer de todos modos. Sin embargo, esas tres palabras le habían dado la pieza del puzle que le faltaba ya que, aunque muy sutil, el desconocido, y probablemente el asesino, tenía acento francés. “Ya te tengo, pensó. Ahora solo falta que no me mate.” Esto último se le antojaba difícil.
De pronto sonó una melodía: un tono de móvil. El agresor descolgó y escuchó en silencio. Marc no pudo entender nada de la conversación pero tras apenas un minuto de escuchar, colgó sin una palabra y el peso que inmovilizaba al inspector desapareció. En un abrir y cerrar de ojos, el intruso había desaparecido y Marc seguía en el suelo intentando comprender qué había ocurrido.
Marc encontró por fin el expediente que estaba buscando. Con un clic envió toda la información a la impresora que se puso a trabajar con un ruido suave y regular. El detective Bolodnikov cogió el montón de papeles y se puso manos a la obra. Era la denuncia de un allanamiento y secuestro de una pareja que vivía en Orlando (Florida).
Declaración del denunciante Raymundo García:
"Estaba cenando y alguien tiró la puerta abajo. Entraron varios hombres, unos 2 o 3 y uno llegó hasta la mesa del salón donde yo estaba. Me agarró por el brazo y me obligó a levantarme, llevaba un pasamontañas y no le vi la cara. Me tiró al suelo y me esposó. Todo ocurrió muy rápido. En ese momento oí cómo gritaba Valentina [novia del denunciante] en su habitación. Supongo que la drogarían o la golpearían porque los gritos cesaron de pronto. Yo no pude hacer nada, me había golpeado la cabeza contra el suelo y estaba aturdido. Vi aún así que dos hombres la arrastraban hacia la puerta. Salieron todos y se la llevaron a rastras."
El informe contenía una nota explicativa que indicaba que la mujer había sido hallada pocas horas más tarde en un callejón a las afueras de la ciudad por una patrulla de policía. A continuación Marc leyó la segunda declaración del informe.
Declaración de la denunciante Valentina Agresti:
“Cuando entraron los agresores yo me encontraba en nuestro cuarto vistiéndome, pues acababa de ducharme. Todo fue muy rápido. Estaba de espaldas a la puerta de la habitación y no los vi entrar. Me taparon la boca y me clavaron una jeringuilla en el cuello. Lo siguiente que recuerdo es despertarme con las manos atadas en la parte de atrás de un coche. Pude ver que estábamos parados en un semáforo. Conseguí a duras penas abrir una puerta y salir del vehículo. Estaba rodeada de mucho tráfico y empecé a correr hacia uno de los lados de la calle. Entonces, desde el callejón que había alcanzado, vi un coche de policía y corrí hacia él.“
Había algo extraño en la declaración de ella. Marc no sabría decir por qué, pero se le antojaba un tanto inverosímil. Su instinto le decía que había gato encerrado. Además, la pelea en casa de Nicholas Simmons le había dejado con la sensación de que aquello era más que un simple ajuste de cuentas. La autopsia no había revelado casi heridas defensivas lo cual sugería que la muerte había sido rápida y el atacante había pillado a Simmons por sorpresa. Todo ello unido a la mortífera eficiencia de la que había sido testigo no encajaban con el allanamiento y secuestro relatado en los informes. Además, nadie decía ni porqué ni quién podría haber querido secuestrar a aquella mujer. Aún así la relación entre los dos sucesos era evidente, pues Simmons y García habían trabajado juntos hacía apenas un mes.
Declaración del denunciante Raymundo García:
"Estaba cenando y alguien tiró la puerta abajo. Entraron varios hombres, unos 2 o 3 y uno llegó hasta la mesa del salón donde yo estaba. Me agarró por el brazo y me obligó a levantarme, llevaba un pasamontañas y no le vi la cara. Me tiró al suelo y me esposó. Todo ocurrió muy rápido. En ese momento oí cómo gritaba Valentina [novia del denunciante] en su habitación. Supongo que la drogarían o la golpearían porque los gritos cesaron de pronto. Yo no pude hacer nada, me había golpeado la cabeza contra el suelo y estaba aturdido. Vi aún así que dos hombres la arrastraban hacia la puerta. Salieron todos y se la llevaron a rastras."
El informe contenía una nota explicativa que indicaba que la mujer había sido hallada pocas horas más tarde en un callejón a las afueras de la ciudad por una patrulla de policía. A continuación Marc leyó la segunda declaración del informe.
Declaración de la denunciante Valentina Agresti:
“Cuando entraron los agresores yo me encontraba en nuestro cuarto vistiéndome, pues acababa de ducharme. Todo fue muy rápido. Estaba de espaldas a la puerta de la habitación y no los vi entrar. Me taparon la boca y me clavaron una jeringuilla en el cuello. Lo siguiente que recuerdo es despertarme con las manos atadas en la parte de atrás de un coche. Pude ver que estábamos parados en un semáforo. Conseguí a duras penas abrir una puerta y salir del vehículo. Estaba rodeada de mucho tráfico y empecé a correr hacia uno de los lados de la calle. Entonces, desde el callejón que había alcanzado, vi un coche de policía y corrí hacia él.“
Había algo extraño en la declaración de ella. Marc no sabría decir por qué, pero se le antojaba un tanto inverosímil. Su instinto le decía que había gato encerrado. Además, la pelea en casa de Nicholas Simmons le había dejado con la sensación de que aquello era más que un simple ajuste de cuentas. La autopsia no había revelado casi heridas defensivas lo cual sugería que la muerte había sido rápida y el atacante había pillado a Simmons por sorpresa. Todo ello unido a la mortífera eficiencia de la que había sido testigo no encajaban con el allanamiento y secuestro relatado en los informes. Además, nadie decía ni porqué ni quién podría haber querido secuestrar a aquella mujer. Aún así la relación entre los dos sucesos era evidente, pues Simmons y García habían trabajado juntos hacía apenas un mes.